Bienvenidos a nuestro pequeño rincón de fantasía donde la imaginación se convierte en el instrumento más valioso y los sentimientos cobran vida en los personajes de nuestras historias. Echad un vistazo y juzgad como os parezca. Ante todo, buscamos un diálogo con nuestros lectores, que compartan sus opiniones, que sugieran temas sobre los que escribir y que, si encuentran inspiración se animen también a escribir. Porque no hay nada más bonito que poder expresar tus emociones y que otros compartan los suyos contigo. Así que adelante, tiraos a la piscina.

19/7/14

La madriguera del Conejo Blanco II

Segundo capitulo

Di un par de pasos temerosos hacia la puerta doble de hierro. En su oscura superficie sobresalían pequeños pinchos situados a la misma distancia los unos de los otros. Fui a tocar uno de ellos cuando un sonido me sobresaltó. Me giré hacia el lugar del que provenía el ruido y encontré una cámara orientada en mi dirección. Tenía una lucecita roja que se encendía intermitentemente. Entonces escuché una voz de mujer.
"Identifícate"
Me quedé en blanco por unos instantes. Jamás me habían pedido que me identificara. Para eso estaban los brazaletes ¿No?
"Identificate"
-Em si, perdón. Soy Liam Ryan y hoy es mi primer día como estudiante- No obtuve respuesta. En su lugar, una puerta de altura normal situada sobre la de mayor tamaño se entreabrió con un chasquido. Me acerqué a ella y la empujé con cuidado. Al otro lado estaba demasiado oscuro para poder apreciar nada. Suspiré. No había vuelta atrás. Solo podía mirar hacia delante. Y entré.
Mis ojos se fueron acostumbrando a la diferencia de luz. La estancia era enorme y las paredes de mismo material que el muro exterior. A un lado había un par de camiones y en uno de ellos había al menos cuatro personas descargando cajas de madera. A mi derecha, en la parte más cercana a mi había lo que parecía una oficina de recepción con una cristalera que daba a la sala tras la cual había una mujer acompañada por un par de hombres. Uno de ellos parecía contener la risa y otro me miraba sonriendo. Suponía que esa era la mujer de antes, lo que no entendía era qué les parecía tan gracioso. A unos metros vi a un joven que se acercaba, puede que dos años mayor que yo. Se paró junto a mi y me tendió la mano.
  • Soy Paul Evans. Un gusto conocerte.
  • Yo soy...
  • Ya se quien eres. Liam Ryan, el nuevo.
  • ¿No han llegado más estudiantes?
  • No, eres el único de tu promoción.
  • Estupendo, que afortunado soy
  • Tranquilo, te acostumbraras. No es tan malo como parece. Vamos, te llevaré con tu tutor- me dio la espalda y empezó a andar. Le seguí y con un par de pasos apresurados me coloqué a su lado. En el otro extremo se veía una puerta doble exactamente igual que la primera. De camino hacia allí pasamos junto a la oficina. Los tres se reían mientras comentaban algo y nos miraban.
  • ¿De que van?- Paul se giró hacia donde señalaba para ver a que me refería.
  • Ah, te han dejado ahí fuera esperando y después te han pedido que te identificaras ¿no?- Asentí con la cabeza.- Pasa de ellos. Se lo hacen a todos los nuevos que llegan, para desorientarlos. Por si fuera poco llegar y encontrarte con que todo tu futuro está dentro de estos muros. Es su pequeña broma personal. Es la forma que tenemos aquí de proceder en un encuentro con un recluso. De modo que al decirte "identifícate" te están equiparando a cualquiera de los que están aquí presos- Estaba muy serio.
  • ¿ A ti no te hace gracia?
  • Puede que la primera vez. Pero es el mismo chiste de siempre. Pierde su gracia después de repetirlo tantas veces.
Al llegar a la puerta le hizo una seña a un hombre a su derecha también en una oficina pero más pequeña que la anterior. Este apretó un botón y la puerta se abrió. Al salir de nuevo al exterior la luz me cegó momentáneamente. Avancé un poco con los brazos tapándome el rostro y arrastrando los pies por la tierra. Finalmente me descubrí y me quedé sin aliento. No se parecía a nada que hubiera visto hasta entonces. El edificio era imponente y se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
  • El edificio consta de tres pisos y un sótano- empezó a explicar- Se divide en tres partes. La zona central que es donde residen los presos masculinos menos problemáticos y que posee su propio patio interior. El ala este que es donde se encuentran las reclusas también menos problemáticas y su correspondiente patio. Y por último el ala oeste o "noveno infierno"- paró en su explicación y me miró. Este chico sabía crear suspense- Es decir, el infierno helado. Por aquello de que las cuatro paredes blancas que encierran a esos infelices se asemejan al hielo y por supuesto, porque es su castigo por los delitos que han cometido.
  • Muy poético. ¿Quién le puso ese nombre?
  • Yo.- Le miré extrañado- Y si consiguieras extender el nombre te estaría eternamente agradecido- Seguí mirándole por unos instantes y empecé a reirme. Él también se rió.
  • Gracias- le dije cuando finalmente nos quedamos en silencio.
  • ¿Por qué?
  • Por hacerme olvidar al menos un momento dónde estoy- Me dedicó una sonrisa triste y miró al frente.
  • ¿Sabes que tenemos que entrar no?
  • Temía que dijeras eso.
  • Sígueme.

Después de un rato de girar a la izquierda, a la derecha y de subir escaleras supe que me había perdido en ese entramado de pasillos y habitaciones. Afortunadamente tenía un guía a unos pasos por delante de mí. Paul Evans. Alto, de pelo oscuro y ojos verdes, anchas espaldas y cuerpo atlético. Me había caído bien desde el primer momento y esperaba que yo también a él. Necesitaba a alguien que me prestase ayuda aquí dentro. Se movía sin dificultad por aquel lugar, como si se supiese de memoria todos los planos del edificio.
  • ¿Cómo podré orientarme aquí? ¿Vendrás a recogerme todos los días?- se giró sin parar de hablar y me regaló una de sus enigmáticas sonrisas.
  • Por desgracia no, novato. Mira tu brazalete- Lo miré y toqué la pantalla para encenderlo. El empezó a manipular el suyo y en dos segundos tuve ante mí un mapa tridimensional del edificio- Esto te ayudará. ¿Ves el punto verde? Ese es tu tutor, sabrás cómo encontrarle en cualquier momento. El punto rojo somos nosotros. Ya estamos cerca.
Me quedé observando el mapa mientras andábamos. Aparecían los planos de los tres pisos pero nada del sótano.
  • ¿Por qué no me aparece el sótano?
  • Nosotros no podemos bajar al sótano.
  • ¿Qué hay allí?- Se encogió de hombros.
  • No lo sé exactamente. Ahí es dónde llevan a los presos enfermos. Supongo que habrá una especie de enfermería. Basta de charla. Ya hemos llegado.- Nos habíamos parado frente a una puerta de madera oscura.- Este es el despacho de tu tutor. Él está dentro. A partir de ahora el será el que te explique el funcionamiento de este sitio y todo lo que tienes que saber.
  • ¿ Y ya está? ¿Aquí es donde se acaba para mí cualquier contacto con un ser humano que no sea mi tutor?- Empezó a reírse.
  • No seas ridículo. Esa norma solo se aplica a los trabajadores. Entre los estudiantes podemos hablar todo lo que queramos. De hecho nos recomiendan comparar experiencias para así adquirir mayor conocimiento. Lo verás en los vídeos informativos que te proporcionará tu tutor. Bueno, me tengo que ir. A la hora del almuerzo tenemos un descanso. Nos veremos en el comedor- Me volvió a estrechar la mano- De nuevo, un gusto conocerle Liam Ryan.
  • Igualmente- se volvió y se marchó por donde habíamos venido.

Me volví de nuevo hacía la puerta. No sabía lo que me iba a encontrar detrás pero en cuanto dejé de oír los pasos de Paul y me encontré totalmente solo en el pasillo quedarme allí fuera ya no parecía la opción más segura. Golpeé con los nudillos la superficie de la puerta y esperé.
-Adelante.
Giré el pomo y entré. Parecía que había regresado a una época pasada. Tanto el suelo como las paredes eran de madera. Sobre la pared a mi izquierda había una estantería repleta de libros, ya muy escasos en la actualidad y en frente de mi un enorme escritorio de maravilloso acabado. Tan solo desentonaba en ese ambiente arcaico la pantalla sobre el escritorio en la que ahora trabajaba un hombre maduro de unos cincuenta años. Ni siquiera levantó la mirada al verme entrar, seguía enfrascado en su trabajo, deslizando los dedos por la pantalla y escribiendo en un teclado holográfico con la habilidad de alguien que ha pasado toda su vida manejando esos dispositivos. Carraspeé y me aclaré la garganta para llamar su atención con disimulo.
  • Se que estás ahí. Y no estoy ignorándote por placer. Algunos tenemos trabajo que hacer asi que si no te importa déjame terminar esto y espera.- Y eso hice los primeros veinte segundos. Después perdí la paciencia y decidí acercarme a la estantería a ojear los títulos de los libros. La mayoría eran de psicología, al menos el primer estante que examiné. En el siguiente, en cambio, parecían todos obras literarias, novelas y cuentos. Algunos títulos me resultaban conocidos, de otros no había oído hablar en la vida. Hubo uno que me llamó poderosamente la atención por su tamaño y las tapas viejas y descoloridas que tenía. "Alicia en el país de las maravillas", un título totalmente desconocido para mí. Lo cogí y lo abrí por una página al azar. Había una ilustración en blanco y negro en una de las páginas, un conejo blanco corriendo sobre sus dos patas traseras y con un reloj de bolsillo en una de sus delanteras.
  • Alicia en el país de las maravillas, una obra magnífica.- me sobresalté por su repentina intervención y a poco estuve de soltar el libro- ¡Cuidado! Es un libro muy viejo. Trátalo con más respeto.
  • Ha sido culpa suya. Me ha asustado.- Le recriminé.
  • También me debes un respeto a mi, joven.
  • Cierto, porque también es usted muy viejo- susurré.
  • ¿Qué has dicho?
  • Que de qué trata el libro.- Se me quedó mirando pensativo pero, si había oído lo que de verdad había dicho, decidió ignorarlo.
  • Hay diversas interpretaciones y todas ellas igualmente justificables. Trata de lo que le acontece a una niña en un mundo fantástico al que accede por accidente o bien dentro de su propia imaginación, producto de una mente trastocada por la esquizofrenia.
  • ¿Y qué cree usted?
  • Creo que la barrera entre lo real e irreal es más fina de lo que parece a simple vista. Puede llegar incluso a colocarse de forma arbitraria. De modo que lo que la mayoría cree ver es lo que se entiende como real mientras que lo que ve la minoría se considera enfermedad.
Su reflexión se grabó a fuego en mi mente, todavía no era consciente de las implicaciones que aquello conllevaba pero me prometí pensar en ello en cuanto tuviera oportunidad. Con un gesto de la mano me indicó que me sentara. Cerré el libro, lo dejé en la estantería y fui a sentarme en la silla que había frente al escritorio, al otro lado de donde se encontraba el hombre.
  • Veamos lo que puedes ofrecer.- En apenas tres movimientos de mano se desplegó ante nosotros toda una serie de documentos. Alcanzaba a ver mi nombre en todos ellos.
  • ¿Qué es esto?- El corazón comenzó a palpitarme cada vez más deprisa. Pronto se daría cuenta de que era diferente.
  • Toda la información que la red ha ido acumulando sobre ti. Como tu tutor tengo a mi disposición tus calificaciones, desde como puntuaron tu destreza a la hora de colorear en la guardería hasta tu nota de acceso a psicología el mes pasado; tus exámenes de aptitud y de actitud; tus diagnósticos médicos...
  • Pare.
  • ¿Que pare?
  • Si, esto no está bien. No le conozco. No debería poder apretar un botón y al instante conocer todos los detalles de mi vida.
  • No tendría que importarte a no ser que tuvieras algo que ocultar.
Guardé silencio. No servía de nada intentar esconderlo. Lo sabría tarde o temprano. Y entonces, cuando la atmósfera no podía ser más asfixiante empezó a reírse.
  • Chico, ¿Crees que no lo se? No es la primera vez que veo estos documentos. Tenemos el deber de conocer a nuestros pupilos. En cuanto me eligieron para educarte me llegaron.
  • ¿Y no tiene nada que decir?
  • Que voy a decir. No puedo elegir a quien voy a enseñar. Sea como sea, lo cierto es que vamos a pasar años juntos. Mejor llevarnos bien.
  • La gente no suele ser tan tolerante...- Entonces recordé lo que había dicho durante la cena de ayer. Tal vez la única razón de que no le importase es que era como yo.- Yo también tengo derecho a conocer a mi tutor ¿verdad?- El semblante se le ensombreció. Ya no es tan gracioso cuando te lo hacen a ti ¿no?. Sin decir una palabra colocó el dedo índice sobre una carpeta situada en una esquina y al momento, de ella salieron cientos de archivos. Me acerqué para poder leer alguno de ellos pero apretando un botón hizo desaparecer hasta el último.
  • Pero ahora no.- Abrió un cajón, cogió algo y me lo ofreció- Este será tu holovisor a partir de ahora. ¿Ves esa taquilla a tu derecha? Puedes utilizarla para guardar tus cosas. En estos momentos está sin configurar. Lo único que tienes que hacer es pasar el brazalete por delante y el detector te reconocerá y registrará como único autorizado para abrirla.
Tras decir aquello se levantó y se encaminó hacia la puerta.
  • Ahora enciende el holovisor y presta atención a lo que te dirán los vídeos informativos.- Ya había agarrado el pomo de la puerta cuando lo detuve.
  • Espere, ¿Usted dónde va?
  • Tengo terapia con una reclusa.
  • ¿Y no se supone que tengo que acompañarle a donde quiera que vaya?
  • No estás preparado.
  • Pero...
  • Oh! te puedo asegurar que en toda mi vida laboral no me había encontrado con un estudiante tan terco y exasperante como tú. Obedece sin rechistar o las cosas podrían ponerse muy feas para ti. Volveré en una hora y espero que para entonces te sepas de memoria todas las normas del centro.- Y se marchó.
¿Me había amenazado? Sonaba desde luego a una amenaza. No es que no me la mereciera. La verdad es que me había tomado muchas libertades. Supongo que estoy acostumbrado a que haga lo que haga, por muy educado que sea, la forma en la que me van a tratar va ser siempre igual. Inspiré y solté el aire despacio. Ojalá hubiera una forma de empezar de cero, de que nadie supiera cuál era mi condición. Al menos ahora podía ocultárselo a los otros estudiantes. Tal vez podría hacer amigos. Aparté por el momento esos pensamientos. Me acerqué a la mesa, apoyé mi holovisor y después de encenderlo vi uno por uno los vídeos informativos. Me ocupó aproximadamente cuarenta minutos. En ellos me dieron descripciones muy vagas del edificio, los horarios y vida diaria de un preso y de un interno, la diferencia entre los presos del ala central y este con los del ala oeste, los tipos de terapias a las que están sometidos, mis horarios y por último mis derechos y obligaciones así como las prohibiciones. Como me había dicho Paul teníamos un descanso para almorzar a las once que duraba una hora. El tiempo restante lo tenía que pasar con mi tutor o realizando alguna tarea que el me encomendara. A las dos teníamos permiso para irnos a casa. Al final de los vídeos volvieron a recordarme las prohibiciones, las cuales aparecían en una lista con letras mayúsculas.

QUEDA TERMINANTEMENTE PROHIBIDO:
-CUALQUIER CONTACTO CON UN RECLUSO SI NO ES CON AUTORIZACIÓN.
-LLEVAR A CABO ACTIVIDADES SIN EL CONOCIMIENTO DEL TUTOR.
-BAJAR AL SÓTANO SIN UN ACOMPAÑANTE AUTORIZADO.
-OBVIAR LAS INDICACIONES DEL BRAZALETE.

Y por supuesto se ruega:
-No interferir en el trabajo de los empleados.
-No parar a conversar con otros estudiantes fuera del horario de descanso.
-No abandonar el recinto antes de la hora prefijada.
-No alzar la voz.
-No correr.
-No consumir las pipetas en otras estancias aparte del comedor.

Como ya sabía entre mis derechos estaba el de disponer si quisiera de todo el historial de mi tutor pero no aclaraban como debía acceder a esa información. Desde mi asiento observé el escritorio. ¿Se encendería con reconocimiento de voz? No pude aguantar más tiempo sentado. Di la vuelta al escritorio y me senté en la otra silla. Probé en primer lugar con colocar la palma de mi mano sobre la pantalla. Como no sucedía nada dije mi nombre en alto. Tampoco. Palpé los bordes por si hubiera alguna especie de interruptor pero no encontré ninguno. La mayoría de dispositivos electrónicos podían conectarse entre sí e intercambiarse información. Si de verdad tenía permitido la entrada a su perfil no debería suponer ningún problema acceder desde mi holovisor. Solo que para ello ambos aparatos tienen que estar encendidos. Según parecía, no podría hacer nada hasta que volviera. Miré la hora en mi brazalete "9:20" Giré un par de veces en la silla impulsándome con los pies. Cuando paré mi mirada se posó de nuevo sobre la estantería. Pensé en mis opciones, muy escasas, y al final me decanté por leer algo. Me levanté y me coloqué frente a la estantería con todos los libros a la vista. Tal vez lo más aconsejable sería coger uno de psicología, dado que estaba en horario lectivo pero "diablos" ¿Qué tenía ese libro viejo y corroído que me atraía tanto? Me lo llevé a mi asiento y lo deposité sobre la mesa. En la primera carátula rezaba con letras doradas: "Alicia en el país de las maravillas", tapa que pronto dejé atrás para empezar a devorar con ojos ansiosos las páginas que venían detrás.
A las diez menos veinte por fin apareció. Entró más malhumorado si cabe y con los pelos alborotados. Cuando se sentó y pude verlo de frente advertí tres rayas rojas en su mejilla.
  • Esos son...
  • ¿Arañazos? Si, si que lo son. No la he visto venir. De repente se ha lanzado sobre mí para atacarme. Pensaba que estábamos avanzando...
  • ¿No hay medidas de seguridad para ese tipo de situaciones?-
  • Claro que las hay. De normal están esposados a la mesa pero pensé que sentirse más cómoda la ayudaría a abrirse más y nos permitiría avanzar más rápidamente en la terapia. Esto es una puñetera carrera a contrareloj.
  • ¿Qué quiere decir?- había estado mirando al infinito desde que llegó pero en ese momento me miró con preocupación, como si no hubiera querido que oyera eso último.
  • Las terapias únicamente duran un año. A veces incluso dos si consigues un permiso especial. Pero no hablemos de esto. ¿Has visto los vídeos como te he dicho?- se notó que trataba de serenarse y mantener las formas. Estaba seguro que ocultaba algo.
  • Si, aunque explican todo muy por encima y hay cosas que no acabo de entender. Por ejemplo, una cosa que me ha sorprendido es que diferencian entre "presos" e "internos". Hasta ahora creía que aquí solo había personas que habían cometido un crimen y que además sufrían alguna enfermedad mental. Pero parece que también hay gente que a pesar de que no ha hecho nada ha acabado aquí porque es un peligro potencial para los demás. No me aclaro con las terapias que recibe cada uno y el tiempo que están aquí hasta que salen, si es que salen.
  • En primer lugar un preso es lo que has dicho. Ahora bien, se considera que alguien que ha cometido un delito, es decir, que ha atentado contra la seguridad de otro o su bienestar, no está en sus plenas condiciones mentales así que acaba en este lugar. No es necesario que tenga una enfermedad diagnosticada. Y está aquí el tiempo con el que el juez le haya penado y un año antes de que se acabe se somete a terapia para su reinserción en la sociedad tras la cual se valora si es apto o no.
  • ¿Qué le ocurre si no lo consideran apto?
  • No sale.
  • ¿Y los internos?
  • Ellos están en terapia continua desde que entran. Si logramos suprimir ese peligro los reincorporamos a la comunidad.- Nos quedamos un momento en silencio.
  • ¿Se da cuenta de que todavía no se ha presentado? Usted lo sabe todo sobre mí y yo no se ni su nombre.- Sus labios se curvaron levemente hacía arriba.
  • Me llamo Arthur O'Neill. ¿Satisfecho?
  • La verdad es que no. Quiero su ficha.
  • Y yo permiso para irme al Caribe. No podemos tenerlo todo.
  • Sabe que tengo derecho a verlo.
  • Veo que has empezado a leer Alicia en el país de las maravillas.
  • Si, un libro muy bueno. No me cambie de tema.- Suspiró.
  • Está bien. Te lo cargaré esta tarde en tu brazalete. No quiero que te entretengas aquí en leerlo. Ahora quiero saber tus primeras impresiones de este sitio. Después te contaré un poco cual será la dinámica de cada día.
  • ¿Cuándo podré acompañarle a las sesiones?
  • ¿Quieres acabar así?- y se señaló la mejilla izquierda. No contesté. Él encendió la pantalla del escritorio y empezó a manipularla. A los pocos segundos noté un calambre en el brazo- Ese es el historial completo de Lily Page, la amigable mujer con la que acabo de charlar. Cuando lo hayas estudiado al completo y la conozcas mejor que a tu propia madre entonces y solo entonces te permitiré venir conmigo. ¿Entendido?- Asentí.

Fin del segundo capitulo.
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