Son muchas las velas que ahora mismo me rodean. Muchas de ellas todavía permanecen apagadas. No me aportan nada. Sé que están a ahí pero no causan ningún efecto sobre mí. Me giro lentamente observando con melancolía la oscuridad, o más bien, la falta de luces o de llamas que den calor a la estancia. Detengo mi mirada en una de ellas, en principio, exactamente igual que las otras. Pero noto algo, una pequeña diferencia... y al momento esta prende y con ella algo en mi interior. No puedo apartar la mirada, me tiene hipnotizado, atrapado. No podría explicarlo, nunca antes ninguna de ellas había ardido con tanta intensidad, me había atraído de aquella forma, me había hecho sentir...¿que sentía? Me vi a mi mismo avanzar hacia ella, sin pensar si quiera en las consecuencias. Y es entonces, cuando solo unos centímetros nos separaban, que la vi alterarse, degradarse y por poco apagarse. Retrocedí angustiado y sobresaltado notando el miedo recorriendo cada centímetro de mi cuerpo. Esa pequeña luz era a su vez, tan hermosa como frágil. No debía acercarme a ella, debía mantenerla viva. ¿Pero cómo puedo disfrutar de ella desde tan lejos, tan solo admirándola desde la distancia? Tan solo imaginándome como sería sentirla de cerca, como sería sentir su calor... Una de mis velas se ha encendido. Pero no siento alegría sino dolor, el dolor de ver lo que quieres tan cerca y sin embargo, no poder alcanzarlo.

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