-¿Qué te parece? Ya está amaneciendo.
Parece mentira lo poco que ha cambiado el cielo después de tanto
tiempo. El mismo sol asomando tras las montañas, la misma gama de
colores, desde el azul océano a los tonos cálidos del amarillo y el
naranja. Aquí, sin embargo, todo es diferente...
- ¡Sara ha dicho su primera palabra!
Al menos la primera que yo he oído. ¿Adivinas cuál es? "Papa".
Me hace feliz porque es algo que nos afecta a los dos. Porque aunque
tu no estés sigues y seguirás siendo siempre su padre. También es
algo que me entristece hasta el punto de notar una vez más las
lágrimas sobre mis mejillas. Sé lo que me dirías si estuvieras aquí
a mi lado. Sé que me secarías las lágrimas y me cogerías de la
mano. Me darías un beso que me haría olvidarlo todo y me regalarías
esas palabras que siempre han hecho que me estremezca: "Te
quiero". Después me dirías que tengo que seguir adelante, que
conozca de nuevo el amor, que sea feliz... sobre todo que sea feliz.
Sin embargo, no puedo evitar volver a este sitio semana tras semana,
contemplar el amanecer que ambos disfrutamos durante tantos años y
hablar contigo aunque sepa que nunca obtendré respuesta. Porque que
no estés aquí no me impide recordarte, ni pensar en ti, ni cerrar
los ojos para buscarte en el fondo de mi corazón...
Las nubes todavía cubren el sol que
aún se asoma tímido en el horizonte. Cuando por fin los rayos de
luz consiguen abrirse paso entre las coloridas nubes Juan sostiene
una foto entre sus manos. Muestra el rostro de un joven, mirando
hacia hacía el fotógrafo en el momento en que se hizo la foto.
Tiene una sonrisa sincera, la más bonita que Juan jamás haya visto.
Y los ojos azules, ahora almendrados por la sonrisa. Juan piensa en
que es feliz, es lo que le dicen esos ojos que le mantienen la
mirada, tras los cuales se alcanza a ver un brillo especial. Ese que
tan solo ves en los ojos de un enamorado. A pesar de todo Juan se
siente afortunado: afortunado por haberlo conocido, por haberlo
enamorado, por haber vivido junto a él el tiempo suficiente para
saber que era el hombre de su vida. Hay tantísimas cosas por las que
se siente agradecido que entre todo el mar de lágrimas consigue
sonreír. Es lo que siempre hubiera querido: Verme feliz.
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