¿Alguna
vez sientes que esta vida que te ha tocado no te corresponde? ¿O más
bien que tu no quieres estar en ella?
Así
es como me siento yo.
No
me siento en mi sitio y es por esa razón que no logro verme en el
futuro. ¿Qué vida tendré si la que quiero no es posible? ¿Qué
vida tendré si aunque me esfuerce no podré cambiar nada? E incluso
si sale bien, si consigo encontrar a alguien, alguien que me
comprenda, que de verdad me entienda, que sepa amarme y yo le ame.
Tendré que sacrificar mucho por eso. No espero que lo entiendas pero
es así. Todo en lo que había pensado hace unos años, en esa edad
cuando soñabas con ser alguien en el mundo, ser alguien especial, en
esa época en la que creas un futuro, con un trabajo y una familia,
hijos... todo cambia. Llega un momento el que no puedes negar lo que
eres y todo tu mundo se viene abajo. Todos tus sueños ya no son
posibles. Y no me refiero a esos sueños en los que nos convertimos
en astronautas, en futbolistas, en superhéroes, en el rey del
mundo... sino a los más sencillos, a los que, en definitiva, resumen
tu vida. A los sueños que posiblemente se harán realidad pero que
si eres alguien como yo se esfuman. Un día los tienes entre tus
manos y al día siguiente todo ha desaparecido, ha dejado de existir.
Y en su lugar solo queda un mar de lágrimas y de confusión del cual
nadie te puede ayudar a salir, del cual estas destinado a estar el
resto de tu vida. Esto podría sonar un poco melodramático pero si
de algo estoy seguro es de que así será. Puede que consiga
olvidarlo, que lo deje apartado después de haberme cansado de darle
vueltas y más vueltas pero seguirá estando. Seguiré hundido en el
mismo mar. Me niego a pensar que ahí acaba todo, me
niego a creer que no conseguiré ser feliz y es, eso en definitiva,
lo que me hace seguir adelante. Puede que, aun teniendo que
sacrificar la vida que había elegido consiga encontrar algo de
felicidad. Y lo creo de verdad, quiero creerlo porque... ¿qué
sentido tiene entonces vivir?
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