Querida Eli:
El traqueteo del vagón y la penumbra cada vez mayor me dificulta a la hora de escribirte estas lineas pero tal vez mi mayor problema sea sentir el corazón en un puño, oprimido por la distancia que nos separa, como si con cada bache en el camino amenazara con salirse de mi pecho e ir a tu encuentro. No tenerte cerca me esta matando, no poder tocarte me revienta el alma. Tan solo llevamos un día de travesía y apenas puedo soportarlo. Separarme de ti es, sin duda, la tarea más ardua que jamás haya realizado. Ni si quiera temo a lo que nos enfrentaremos, a lo que una una vez allí nos ocurra, temo más a no volver a verte.
Una guerra de la que apenas conocemos meros detalles, un enemigo fantasma, sombras en la noche, monstruos que nos atormentan al acostarnos, tan solo cuentos e historias para no dormir en boca de los niños ¿Y qué es lo que sabemos realmente? Nada. Únicamente la certeza de que conforme pasa el tiempo vamos disminuyendo en numero, en recursos, en todo. Sea quien sea el ser contra el que luchamos nos ha arrebatado nuestros hogares y cada vez con más frecuencia a nuestros seres queridos. Las esperanzas que pusimos en nuestro ejército hace tiempo que yacen bajo tierra. No somos guerreros. No sé qué esperan que hagamos, de qué creen que somos capaces cuando ni siquiera los soldados pudieron lograrlo. Decenas de hombres enviados a un viaje sin retorno, contra un enemigo sin rostro, para defender a los que todavía respiran, un aire que parece agotarse con cada suspiro.
No sé si alguna vez podrás perdonarme, si me guardarás rencor por ser un cobarde. No fui capaz de despedirme, no fui capaz de contarte la verdad: que yo, al igual que nuestros padres, he sido reclutado. Te mentí, te lo oculté y ojalá pudiera decirte que me arrepiento de ello, que si tuviera otra oportunidad cambiaría lo que he hecho, pero no es así. Sé muy bien que una vez lo supieras no permitirías que me fuera, que no estarías dispuesta a volver a sufrir, a dejar escapar a nadie más. No podría abandonarte si tan solo una lágrima cayera por tu mejilla, si con ojos vidriosos me pidieras que me quedara, si me abrazaras, si me besaras... Acabaría a tus pies de cualquier forma porque mi amor por ti no conoce límites. Por ti sería capaz de dar mi vida, de luchar contra cualquier bestia, de cruzar un desierto sin agua ni comida. Y lo haría sin dudarlo, sin pestañear, porque tu eres mi vida, la luz que me guía en la oscuridad. No puedo concebir una vida sino estas a mi lado. No descansaré hasta que sepa que estas a salvo y eso me es suficiente para embarcarme en este viaje, para apoyar a los nuestros, ese ejercito que tanto tiempo nos costó preparar. Ya no nos queda otra opción, o luchamos o morimos y haré todo lo posible para que a ti no te ocurra nada. Lucharé por abrirnos un hueco en la superficie, para que llegado el momento nuestro hijo que ahora crece en tu vientre pueda tener lugar al que llamar hogar.
Siempre tuyo. Charlie